Artículo publicado por el Diario de Barcelona de 14 de junio de 1855 (páginas 4807, 08 y 09)
Autor del artículo: Joan Mañé y Flaquer.
Introducción y comentarios a pie de página: Lluís Miró i Solà.
Introducción: el autor del artículo.
Joan Mañé y Flaquer (1823- 1901) fue, ante todo, un periodista. Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático de lengua castellana y de latín en la Universidad de Barcelona. Aunque se especializó en crítica teatral, no menospreció otros géneros periodísticos.
Siendo director del Diario de Barcelona, a partir de 1854 y con motivo de la efervescencia social de aquellos años, dio un giro al contenido del periódico, en el sentido de dotarlo de opinión propia en asuntos políticos y sociales. Hasta el momento, el periódico español más antiguo, entre los de publicación regular, se había mantenido como gaceta de noticias y de publicidad- oficiosa, oficial y comercial- recluyendo la opinión a la reproducción parcial y ecléctica de diferentes escritos publicados por otros periódicos españoles y extranjeros, a los cuales siempre se citaba con el nombre de su cabecera.
Mañé inauguró en el Diario de Barcelona lo que hoy llamamos “editoriales”, la redacción de los cuales él se reservaba siempre y mediante los cuales ocasionalmente, expresaba su opinión respecto la situación política, económica o social, aunque dichos escritos se refugiaran en necrológicas, en el apartado “espíritu de la prensa nacional” o en otros epígrafes.
Mañé era monárquico, conservador, catalanista y anti-centralista pero tan opuesto al federalismo republicano, como al carlismo. En la edición del periódico del día 13 de julio de 1855, comentando lo publicado en la prensa “nacional”, se refería a las largas huelgas de los obreros catalanes y a la situación de violencia vivida durante aquellos días y afirmaba:
“No, lo que está pasando no es obra de nuestro carácter; es un hecho general a todos los países; lo que es nuestro, lo que desgraciadamente nos pertenece, es ese carácter feroz, esas formas salvajes que en nuestro país toman casi todas las manifestaciones; en este punto, por más que nos duela confesarlo, la historia entera de Cataluña nos acusa y nos abochorna”..
Con motivo del asesinato de Josep Sol i Padrís por parte de un grupo, supuestamente de obreros, el 2 de julio de 1855- precisamente, el día que empezó la primera huelga general en España- Mañé escribió una sentida necrológica, publicada el 28 de julio de 1855. Entre otras virtudes del fallecido destacó su catalanidad, los conocimientos que poseía de la historia, las leyes y las costumbres del país, así como su fe en el futuro industrial del Principado. Una frase de este escrito resulta significativa respecto el catalanismo que Mañé consideraba respetable. Después de resaltar que Sol profesaba un verdadero amor a Cataluña, avisaba que, de todas maneras, se había alejado de “ese espíritu de ridículo y mezquino provincialismo que vemos aun en algunos pocos de nuestros paisanos”. Mañé no renegaba de España pero se oponía frontalmente al centralismo. En un artículo que publicó en “Le Messager du Midi”, en el mes de agosto de 1855, mostró claramente su concepto de España, con una sinceridad que no podía permitirse cuando escribía para el Diario de Barcelona:
“España es una federación de pueblos, de nacionalidades, de razas distintas, con distintas tradiciones, distintas costumbres y distintos idiomas […] Establecer la unidad de España es introducir la uniformidad y la igualdad de la miseria, de la ignorancia y del relajamiento moral…”
En el artículo que se reproduce a continuación, aparece el Mañé prudente y políticamente correcto que esconde, u olvida, la catalanidad del lugar que describe – por la sencilla razón que éste se sitúa en una comarca catalana francesa- que utiliza los nombres toponímicos franceses, en vez de los catalanes – aunque titule su artículo con el nombre catalán del pueblo que lo motiva, traducido al castellano- y que, habiendo visitado una comarca pirenaica que, en la época, era conocida por constituir el refugio preferido de los carlistas y todo tipo de rebeldes, no se atreve a mencionar estas circunstancias. Claro está que sus lectores sabían todo lo que Mañé se callaba y comprendían sus silencios.
LOS BAÑOS DE ARLES
La estación de ir a los establecimientos termales en busca de una curación radical o de un alivio más o menos duradero se va aproximando para los españoles[1], o mejor, llama ya a su puerta. La ocasión se presenta, pues, oportuna para cumplir con un deber de caridad con el prójimo y con un deber de gratitud con las aguas alcalino- sulfurosas de Amélie- les- Bains, conocidas vulgarmente con el nombre que es epígrafe de este artículo[2].
De la bondad de estas aguas para la curación de las enfermedades de la piel, de los órganos de la respiración, de los dolores reumáticos y nerviosos, y algunos otros, responde el gran número de personas de todos los países que, como nosotros, han encontrado un grande alivio a sus males o la curación radical por medio de su uso. Además hay otra prueba de gran peso en el hecho de que, el gobierno francés, después de consultar las corporaciones científicas más importantes, después de tenida en cuenta la experiencia de los hombres más eminentes en la materia, instruido un voluminoso expediente que ha durado veinte años, resolvió crear un hospital militar en Amélie-les- Bains, verdadero modelo en su género y digno de ser estudiado por cuántos se dedican a este ramo importante de la medicina. Este hospital que empezó a funcionar el verano último, ha costado al gobierno francés unos cuatro millones de reales.
Los catalanes que quieran ir a los baños de Arles pueden tomar en Perpiñán el coche que sale dos veces al día para Arles, o bien aguardar en el Bolú[3], si encargaron antes los asientos para Perpiñán.
El camino del Bolú a Arles que sigue al pie de los Pirineos sin abandonar la orilla del Tech[4], es sumamente pintoresco y de solo tres horas, que se hacen en un coche bastante cómodo. Este camino atraviesa Ceret, población de alguna importancia, donde reside el subprefecto, deja a la derecha el lugar de Palalda, pueblo bellamente situado, y que tiene este inevitable color de antigüedad que desgraciadamente va desapareciendo de todas partes, con profundo dolor de los artistas y de los amantes de lo bello.- Poco después, tres cuartos de hora antes de llegar a Arles, se encuentra Amélie- les- Bains, cuyo nombre le dio la virtuosísima esposa de Luis Felipe[5].
Este lugar cuenta unos cien vecinos[6] y merced a la concurrencia que atraen sus famosos baños crece y se embellece rápidamente. Situado en el ángulo que forma el Mondoni[7] al unirse al Tech, engastado en la falda de una montaña coronada por un castillo de Luis XIV[8], desciende en anfiteatro hasta la carretera de Arles y baña sus últimas casas en las aguas del último de estos ríos. El pequeño valle que éste atraviesa, circundado de elevadas montañas, revestidas de verdura y salpicadas de espesos grupos de árboles, ofrece a los ávidos ojos del doliente huésped hermosas perspectivas, agradables detalles de paisaje; aquí el olivo; la viña y el moral, allí el castaño y la encina, la vegetación del Mediodía[9] frente a frente y casi enlazado con la del Norte.
El Mondoni, que aparece súbitamente entre la quebradura de dos enormes peñascos cortados a pico, arrójase impetuosamente en forma de cascada amenazando inundar con el diluvio de sus aguas ese pacífico e inocente grupo de reducidas casas, pero una mano misteriosa gira su curso y le obliga, después de exhalar su cólera en hondos gemidos y bullidora espuma, a correr mansamente hasta ocultar su despecho en el protector regazo del Tech.
El enfermo tiene numerosos y bellos sitios para paseo, en la orilla izquierda del Tech, si busca esa soledad salvaje, tan grata a las almas doloridas; en la carretera de Arles, si ama la sociedad, si apetece espaciar la vista hasta la cúspide de lejanas cordilleras, si gusta ver el renombrado Canigó, como de cristalizado azúcar en invierno, monstruosa cebra que refleja el sol en mil rayos de plata durante el verano, depósito de nieves eternas que desafían los ardores de la más abrasadora canícula, montaña misteriosa que las tradiciones del país pueblan de seres desconocidos, de fantasmas impalpables, de voces incomprensibles[10].
Los más atrevidos y más fuertes pueden visitar las abundantes minas de hierro de la Batere, junto al Canigó, la hermosa gruta de En-Pey, los profundos abismos de la Fu, o si su aliento se lo permite, subir a la vecina cresta del Pirineo y abrazar de una sola mirada las fértiles llanuras del Ampurdán y del Rosellón y las azuladas aguas del Mediterraneo[11].
La antigüedad del aprovechamiento de estas aguas no hay duda que se remonta al tiempo de los romanos, como lo manifiesta evidentemente el salón de baños del establecimiento de Mr. Hermabessière, ya por su construcción, ya por su pavimento de mosaico que, a no dudarlo, formó el fondo de una gran piscina romana.- Los anticuarios del país han probado también que en 786 Carlomagno hizo donación de este establecimiento a un convento de benedictinos de la orden de Cluny y fundado en Arles.
Esta agua termales son abundantes, una sola de sus fuentes llamada Gros Escaldur[12] da 1.028.000 litros de agua cada 24 horas: y su temperatura es de 71,25º centígrados.- La composición es aproximadamente la misma que las de otros manantiales súlfuro- alcalinos; tal vez inferior bajo el punto de vista médico à las de algunos de nuestros establecimientos termales; pero por su aplicación racional y científica producen efectos constantes y sorprendentes que nosotros jamás hemos obtenido[13].
Un médico español, el señor Gimbernat[14] fue el primero en descubrir la existencia de un gas particular en las aguas sulfurosas, al cual dio el significativo nombre de zoogeno; y el fue el primero que en Suiza, ideó y ensayó medios de hacer respirar este gas a los enfermos que padecían de alguna afección en los órganos respiratorios, convencido de que éste era el principio de aquellas aguas que obraba beneficiosamente en tal clase de enfermedades. Pues bien, este descubrimiento español, perfectamente conocido y apreciado por nuestros médicos está poco menos que abandonado en nuestros establecimientos termales. En cambio, en las termas sulfurosas extranjeras están en gran uso esos vapores y casi proscrito el de las aguas en bebida para las afecciones pulmonares y otras, por creer que muchas de las sales que contienen obran en sentido contrario al que se propone la medicación y agravan el estado del enfermo en vez de aliviarlo.- Los efectos de estos vapores que hemos observado por nosotros mismos, parecen maravillosos; y deseamos fueran conocidos de cuantas personas se encuentran en el caso, bien triste por cierto, de tener que recurrir a ellas.
Además estas aguas se usan en baños simples, de natación, a chorros de todas clases, etc, lográndose con estas varias aplicaciones resultados antes desconocidos. Para ver lo que en este punto puede llegar la medicina auxiliada por las ciencias físico- químicas es necesario visitar el hospital militar[15]. Pero antes de llegar al edificio aconsejamos al viajero que se pare en mitad del puente que sirve al mismo de acueducto y contemple el hermoso paisaje que forma la cascada del Mondoni con el muro de Anibal y cuantos objetos le rodean; y no dudamos que por grandes que sean sus sufrimientos, aunque su alma vista de luto de la más negra melancolía, sentirá henchido su pecho de esa interna satisfacción, sentirá correr por sus venas ese dulcísimo placer que nos comunica todo lo bello al herir nuestros sentidos.
El hospital militar, con los jardines y paseos que lo rodean, tiene el aspecto de una casa de recreo; y en verdad que no desmienten esta idea que inspira su aspecto exterior, la disposición y comodidades interiores. Veinte salas con seis camas cada una, destinadas a soldados y cabos, y ocho salas con cincuenta y seis camas para sargentos, son las que tiene por ahora disponibles el establecimiento; pero frente el ala derecha del edificio se está construyendo un pabellón, que armonizará con otro de la izquierda, destinado para la farmacia, oficinas, habitaciones de empleados, etc, y este nuevo pabellón contendrá ciento veinte camas para oficiales. Ponderar el aseo, las comodidades y el lujo de las salas, oficinas, despensa, cocina y demás sería exponernos a pasar plaza de exagerados a los ojos de los que no lo han visto.
Se encuentran en ese hospital dos piscinas de mármol negro, donde pueden bañarse cuarenta y seis soldados en una y veintiséis en otra. Para los oficiales hay una piscina de mármol blanco capaz para diecisiete.- Además hay un número proporcionado de gabinetes con baños de mármol negro o blanco para los soldados y oficiales que padecen enfermedades contagiosas o asquerosas.- Enumerar las clases de chorros, vapores y otros medios de aplicación de aquellas aguas sería tarea demasiado larga y poco atractiva para nuestros lectores. Sobre la asistencia de los enfermos solo diremos que corre parejas con lo que hemos reseñado del edificio.
¿Cuándo veremos a nuestros soldados españoles- valientes y sufridos como los mejores de Europa- tratados y recompensados como los soldados franceses?.- Seguramente veremos esto cuando se pueda ir a Perpiñán sin temor de verse ahogado en el polvo de la carretera si hace tiempo que no ha llovido, o en las aguas del Tordera y del Báscara si el tiempo ha estado en lluvias[16].- J.M y F.
___________________________________________________________________________
[1] Evidentemente, los únicos “españoles” que se trasladaban a esta villa termal del Vallespir, en la Cataluña francesa, eran los catalanes del sur, principalmente los gerundenses y barceloneses. Pocas líneas más abajo ya señala como “catalanes” a los destinatarios de su artículo pero claro está que se refiere a los habitantes del Principado; es decir, a los catalanes españoles, que son los únicos que “merecen” la identificación de catalanes. Los otros, los del norte, simplemente tenían que ser franceses. El lenguaje políticamente correcto que impide el reconocimiento de la catalanidad de las comarcas del Rosellón, Vallespir, Conflent , Cerdanya Sud i Capcir, continua vigente. Los medios de comunicación españoles de ámbito estatal, en la actualidad, siguen refiriéndose a Perpiñán, Ceret y otros lugares de estas comarcas y a las mismas comarcas, como sitios “del sur de Francia”. Curiosamente no ocurre lo mismo cuando se trata de lugares del País Vasco ubicados en territorio francés; el lenguaje periodístico español admite la expresión “País Vasco francés” como políticamente correcta.
Otra muestra de lenguaje políticamente correcto. El nombre original del lugar és Els Banys, o Els Banys d’Arles. El nombre Amélie-les- Bains le fue impuesto en1840- en honor de la esposa del rey Louis Philippe d’Orleans. Pero el autor del artículo sabe que su público es catalán y por eso se refiere a “Los Baños de Arles”, que era el nombre original de la población. Mañé no olvida la norma del Diario de Barcelona de la época, consistente en referirse a las expresiones catalanas con el eufemismo “vulgar”. Cada vez que el periodista se encontraba con una palabra catalana intraducible o insustituible en su sentido al castellano, la escribía en catalán pero la marcaba en cursiva y adjuntaba previamente la aclaración “vulgar”, “en vulgar”, o “vulgarmente”, en vez de decir “en catalán”. Y también añadía lo de “vulgar” cuando la expresión, aun escrita en castellano, tenía un sentido inequívoco o un reconocimiento superior en catalán.
[3] El Voló. En francés, Le Boulou.
[4] Tec, río que constituye la espina dorsal del Vallespir. La carretera actual sigue el mismo camino descrito por el autor del artículo. El Voló y Els Banys no estan separados por más de 20 kilómetros. Entre Els Banys y Arles quizá hay 4, o 5. El tiempo que, por aquel entonces, necesitaba el carruaje para recorrer estas distancias, nos demuestra la dificultad que presentaba la vía en este trayecto, la cual se acrecentaba desde Arles hasta Prats de Molló. La diligencia que tomó Mañé tenía su última parada en Arles. En el lugar donde terminaba el trayecto, en la actualidad, hay un hostal llamado, precisamente, La Poste.
[5] Marie- Amélie du Borbon- Siciles (1782-1866) esposa de Louis Philippe d’Orleans. El gobernador militar De Castellane descubrió Els Banys a su reina y ésta devino una entusiasta del lugar. De Castellane fue un gobernador muy duro y durante el contencioso que enfrentó Francia e Inglaterra por el matrimonio de Isabel II de España y cuando la efervescencia de la guerrilla de los “trabucaires” también afectaba los territorios de las comarcas catalanas del norte, aconsejó al rey la invasión del Principado. Louis Philippe le negó el permiso ya que confiaba en casar a su hijo, el duque de Aumale, con Isabel de Borbón.
[6] En realidad, tenía más de 800 habitantes. Mañé debió calcular a ojo la densidad humana del núcleo de la villa, donde se encuentran los establecimientos termales.
[7] Nombre correcto, en catalán: Montdony. En francés, a menudo se escribe Mondony. Es una riera turbulenta que transcurre por un desfiladero profundo y que desemboca en el Tec.
[8] Más que un castillo, se trata de un fuerte. Durante la guerra que Francia y España se declararon mutuamente en 1793, -conocida por los catalanes, como “la guerra gran”- el general Antonio Ricardos invadió la Cataluña francesa por el Vallespir (entró por Sant Llorenç de Cerdans – Saint Laurent de Cerdans ) contando con la colaboración de una gran parte de sus habitantes y ocupó el valle del Tec, llegando hasta Arles. Precisamente, lo detuvo la resistencia del fuerte situado encima de Els Banys.
[9] La vegetación que cubre los montes alrededor de la villa ha cambiado sustancialmente. Sobretodo, han desaparecido los viñedos y los olivos. Los pocos castaños que pueda haber son ejemplares aislados. El bosque nuevo y los matorrales ocupan ahora estas laderas.
[10] La montaña del Canigó, que se alza casi 2.800 m. sobre el nivel del mar, es seguramente la más simbólica de Cataluña, rivalizando con la sierra de Montserrat. Su visibilidad, tanto para los catalanes del norte – ya que domina claramente la llanura del Rosellón- como para los del Principado, que pueden observar su majestuosidad desde lugares muy lejanos, justificaría por si sola el renombre que ha tenido y tiene. Pero, además, se ha supuesto que alrededor de esta montaña nació el primer núcleo de la nación catalana. La referencia de Mañé a los “seres desconocidos”, los “fantasmas impalpables” y las “voces incomprensibles” es una manera de señalar el simbolismo antiguo del Canigó, mezcla entre la tradición histórica, la leyenda y las creencias mágico religiosas. El poema “Canigó”, de Jacint Verdaguer, joya de la literatura catalana y que describe el macizo en el que se eleva el Canigó a través de las andanzas del legendario conde Bernat Tallaferro, recoge en parte este simbolismo, descubriendo su sentido patriótico. Joan Maragall, lo resumió en estos versos: “Jo no sé com pro un vent de profecía/ recorre sobre eixos monts d’ací i d’allà;/ Jo no sé com pro vindrà un dia/ que el Pirineu regnarà!…” ( Yo no sé como pero un viento de profecía/ recorre sobre estos montes de por aquí y de por allà;/ Yo no sé como pero llegará un día/ que el Pirineo reinará!…).
[11] La riqueza de mineral de hierro de la sierra de la Batère (en francés) o l’Avetera (en catalán, lugar de abetos) es conocida desde la remota antigüedad. La toponimia del lugar lo refleja: Montferrer (literalmente, significa monte, o montaña de hierro) el río Ferrer… Desde la alta edad media hasta el primer tercio del siglo XX, las ferrerías abundaban tanto en el Ripollès, como en el Vallespir, aunque a mediados del XIX empezaron su decadencia. En l’Avetera- donde también se han extraído otros minerales, como el mármol- en 1848 hubo siete minas para la extracción de pirita de hierro pero ya por aquella época la explotación sufrió su primera crisis debida a la falta de buena madera para obtener el carbón que necesitaban las fraguas. Deforestados de castaños los montes cercanos, la madera tuvo que ser importada de las comarcas catalanas del sur y eso encareció el producto final. No obstante, durante la década de 1860- 1870, las minas abiertas eran catorce, de las cuales solo se trabajaba en cuatro. A partir de entonces, con altibajos, las minas se explotaron a medida de la demanda. Las ferrerías cercanas sufrieron la misma suerte. La lejanía y la inaccesibilidad del lugar de extracción en relación a los mercados de destino, la importación de hierro más barato, así como la industrialización de las ferrerías, que se situaron en zonas céntricas del Estado, acabaron con el negocio. Aunque se construyó una línea aérea de vagonetas para transportar la pirita desde las minas, por el valle del río Ferrer, hasta la estación de ferrocarril de Arles – los restos de la cual todavía podían verse hace pocos años- después del cierre provisional de las minas, en 1932 y acabada la guerra mundial, hubo una breve recuperación de la explotación. Finalmente entre 1987 y 1994, se abandonó definitivamente. El desfiladero de la Fo (en francés, de la Fou) se anuncia como el más estrecho del mundo y actualmente constituye uno de los reclamos turísticos de más éxito en la zona. En el punto más alto, se encuentra la gruta de can Pei (can Pey, en francés).
[12] Gros Escaldador
[13] La comparación es, principalmente, con los establecimientos de aguas termales de Caldes de Malavella (La Selva).
[14] Antoni Gimbernat i Arbós (Cambrils, 1734, Madrid, 1816). Fue un cirujano y anatomista de gran prestigio en toda Europa.
[15] Hôpital thermal des armées. Se inauguró, como Mañé nos explica, en 1854. El 16 de abril de 1992, el gobierno de la República acordó su cierre y el 1 de julio de 1993 se llevaron a cabo los últimos tratamientos con aguas termales. Este hospital prestó grandes servicios, sobre todo durante la guerra mundial de 1914, la segunda guerra mundial y las guerras de Indochina y Argelia. Sabemos que durante la tercera guerra carlista (1872-1874) los tradicionalistas catalanes enviaban parte de sus heridos a Els Banys pero, aunque el presidente de la III República francesa, entre mayo de 1873 y enero de 1879, Patrice de Mac Mahon, era un monárquico conservador acérrimo, que ayudó a los carlistas, no podemos certificar que los soldados de este ejército que convalecieron en Els Banys, lo hicieran en el Hospital Militar. En realidad, el dueño de uno de los más importantes centros termales de esta población, monsieur Pujade, fue un destacado protector de los carlistas y recibió en su casa al pretendiente Carlos VII, cuando éste se trasladó hasta el Vallespir para preparar el complot de 1869. Al inicio de la tercera carlistada, Fernando de Borbón- hermano de Carlos VII- y su esposa Maria de las Nieves de Braganza y de Borbón- llamada Doña Blanca por la tropa carlista catalana- también se escondieron en Els Banys, antes de cruzar de incógnito la frontera para encabezar el “ejército de la fe” que luchaba en el Principado. Unas cuantas familias de la nobleza rural de la Cataluña francesa daban pleno soporte a los carlistas- por ejemplo, los Vilanova, de Cortsaví, que también acogieron a Carlos VII- a la vez que también lo prestaban a Henri V, el último descendiente de los Borbones franceses.
[16] La crítica al mal estado de las carreteras y caminos constituía una queja reiterada a lo largo del siglo XIX y parte del XX. Este problema se alegaba como una de las causas de la plaga de bandolerismo y de la supervivencia crónica de facciones armadas en el territorio montañoso de Cataluña, la existencia de las cuales se retrotraía a siglos anteriores y que resultaba especialmente evidente en las comarcas fronterizas, infestadas de trabucaires. Por lo tanto, Mañé, con su comentario, apuntaba también a la inseguridad que conllevaban los viajes por las rutas catalanas ya que los viajeros siempre estaban expuestos a los asaltos, los robos e incluso al secuestro y la muerte. Lo uno- el mal estado de los caminos- traía lo otro – la inseguridad personal de los viajeros- y el autor no tenía necesidad de explicar lo que devenía obvio.